En una de nuestras investigaciones sobre las empresas familiares del noreste de México, por parte del Centro de Empresas Familiares, el 63% de los encuestados mencionó que tenía algún tipo de planeación para su negocio.

En cambio, en los Estados Unidos, el 69% de las empresas familiares reconocen que no tienen un plan estratégico por escrito. Las investigaciones internacionales han demostrado que aquellas empresas familiares que tiene un plan estratégico formal tienden más a formalizar un sólido plan de sucesión para su empresa. En nuestra muestra dentro de territorio nacional, sólo un 18% tiene un plan de sucesión.

Es un hecho innegable, que una planeación efectiva genera estrategias de negocios que incrementan la rentabilidad de la empresa, al mismo tiempo que apoya el éxito de los procesos de cambios en los mandos de la misma.

Para lograr el éxito dentro de un negocio familiar, las relaciones entre los integrantes de familia es un factor clave. Aunque la empresa familiar basa sus fortalezas en la familia misma, estas mismas fortalezas pueden desgastarse fácilmente por conflictos entre sus integrantes.

Es indispensable la unión y el compromiso de cada uno de los integrantes de la familia para que la crezca sana y fuertemente y el éxito trascienda a las siguientes generaciones. Cualquier conflicto mal manejado podría llevar a la desunión y a la perdida de todo compromiso hacia la empresa familiar.

Entonces, surge la pregunta: ¿Cómo podemos evitar este desgaste y lograr la unión y compromiso familiar hacia el éxito de nuestra empresa? La respuesta es sencilla, un plan estratégico de la familia es la mejor herramienta, en lo que se conoce como el “Protocolo Familiar”.

Es importante entender, que si deseamos que la familia permanezca como dueña de la empresa de generación en generación, debemos ver hacia el futuro, y planear qué vamos a hacer para que este deseo se convierta en realidad. Este plan no puede ignorar el plan estratégico del negocio, como tampoco éste último debe ignorar el plan estratégico de la familia. El objetivo final debe de ser que ambas alcancen juntas las metas que se proponen.

Tenemos que reconocer la importancia para la familia y para la empresa del vivir y trabajar en armonía, de conservar esta empresa y de contribuir para su trascendencia a las siguientes generaciones.

Pero para llegar a este consenso se necesita pasar por un proceso de autoconocimiento, de manifestación de intereses personales y familiares y de identificación de valores individuales y de grupo.

Ya una vez que se tiene claro qué es lo que cada uno de los integrantes espera de la empresa y que se está dispuesto a dar, se necesita elaborar una misión de la familia contestando la siguiente pregunta: ¿Para qué estamos aquí y cuál es la razón para permanecer unidos?

Entonces estaremos listos para definir qué futuro queremos para la familia dentro de la empresa. Ésa será nuestra visión familiar, nuestro sueño de lo que queremos lograr como familia. Este sueño no se hará realidad por sí mismo; como familia tendremos que llevar a cabo ciertas acciones y deberemos evitar otras, especialmente en las relaciones entre miembros de la familia y de ellos con la empresa. Procederemos a diseñar ese plan para hacer que las metas familiares y de la empresa se cumplan, poniendo por escrito todo lo que acordamos. Incluiremos normas, reglas y planes que seguiremos.

Finalmente, pondremos nuestras firmas en el documento como señal de compromiso personal hacia nuestros propios intereses, a los de la familia y a los de la empresa. Habremos establecido las bases para que nuestra empresa tenga éxito y para disfrutar de nuestra relación familiar.